martes, 19 de diciembre de 2017

life death

este año hubo varios regresos musicales de ¿viejas? glorias que llevaban tiempo dando tumbos y que sin embargo han ofrecido material muy solvente. en particular, Incantation, Sinister y Dying Fetus nos han dado alegrías que ya no esperábamos, por lo menos quienes queremos música y no nombres.

Incantation han regresado con Profane Nexus y creo que a muchos les han dejado el mismo buen sabor de boca que a mí. Parece que fue ayer cuando sacaron Infernal Conquest, momento cumbre del grupo y curiosamente el inicio de la cuesta abajo. The Infernal Storm mantenía el tipo (yo aún lo incluiría en la lista de discos obligatorios de Incantation, incluso) pero, sobre todo a partir del siguiente, Blasphemy, dejaron de convencer. No les pasó nada distinto de lo que les pasa a tantas bandas: lo que había sido un sonido característico y personal como pocos se acabó convirtiendo en una fórmula repetitiva. Con cada disco, daba la impresión de que los miembros de la banda sabían exactamente qué era lo que había funcionado y trataban de recuperar la magia tratando de repetir los mismos pasos, a ver si funcionaba, como quien retoma el camino por el que fue dejando los garbanzos o sigue las baldosas amarillas sin salirse ni un paso. Siempre se hablará de si falta tal o cual miembro, que si la formación mítica no sé cuál, pero lo cierto es que la falta de inspiración y el dejarse devorar por la espiral de lo que una vez fue la propia creatividad no hay ser que lo cure. Lo cierto es que todos eran buenos discos, efectivos, que cumplían, vaya. Habría que ser muy zopenco para no darles el aprobado, pero a una banda de 10 se le pide como mínimo un 7, no un 6 o hasta un 5 raspado, y mucho más en esta época de saturación y vaivén de grupos. Lo cierto es que mientras ellos iban cuesta abajo, les salían imitadores por todas partes (este milenio en particular ha sido muy profuso en grupos de death metal guarro, complejo y oscuronón; el legado del Infernal Conquest, podemos suponer, que salió en 1998, pero quién sabe… También es verdad que durante los 90 el Death Metal estaba en formación y los subestilos estaban por crearse y codificarse). Pues bueno, el caso es que, para muchos, ya volvían a apuntar maneras con sus dos anteriores, Vanquish in Vengeance y Dirges of Elysium, y probablemente con Profane Nexus van un poco más allá y cumplen lo que venían prometiendo desde hace unos años: un disco de death metal sucio, pesado, oscuro y jodido como el infierno o como la peor de las cloacas de este planeta. Parece que estaban calentando motores y la maquinaria vuelve a ir a pleno rendimiento. No se trata de que se hayan calcado otro Infernal Conquest, sino de que este es un álbum de Incantation como hacía años que no se esperaba, muy por encima de las expectativas, y que cumple con el estatus de leyenda de la banda. Si bien cuando lanzaron la canción de adelanto, Muse, la sensación era más bien de que se trataba otra vez de lo mismo, por no decir que no me gustan nada los videoclips que lanzan las ¿viejas? glorias últimamente (desde hace años), todos posando con cara de malotes y tocando en directo, en plan jebis pacones con más pinta de Rosendo que de Dave Vincent en los buenos tiempos, pero una vez superado el susto y metido de lleno en el álbum, se vencen los prejuicios y hasta se descubre que Muse es un tema bastante potente.
Como si nos estuvieran destripando bajo un sol de justicia y poniendo nuestras tripas a secar ante nuestros ojos mientras devoran nuestra carne. Así son Incantation cuando están en forma y así, se desprende, es Profane Nexus.
Atención a temazos locos como «Visceral Hexaedron», «Incorporeal Despair», «Omens to the Altar of Onyx» o el monumental «Ancient Arise», que se alternan con la brutalidad segura y asesina de «Xipe Totec» o «Lus Sepulcri». Aunque hay que decir que, como todo lo bueno de Incantation, constituye un trabajo compacto que es mejor escuchar como unidad, y la brutalidad y oscuridad son elementos de presencia constante, en dialéctica tenaz independientemente del tema: la cuestión es si la pesadilla acabará antes cuando reventemos de miedo o de dolor.

Otros que han vuelto este año son Sinister, una banda de la que siempre pensé que su momento de gloria coincidió con un momento de inspiración casual, porque lo cierto es que todo lo bueno lo dieron entre el 92 y el 95, y desde entonces solo hacían cosas mediocres. Los escindidos Houwitser no tuvieron mejor suerte, y al mundo del death metal solo aportaron un nombre nuevo y mucha pose. El caso es que, quién sabe qué coño ha pasado, pero van y se marcan el Syncretism y resulta que es un disco cojonudo, de esos de enmarcar, de poner sin parar en el reproductor, porque no solo es bruto y despiadado, sino que además es pegadizo y engancha. Una cosa que uno cree aprender con los años es que, cuando el tiempo pasa por una banda y no hace más que sacar futilidad tras futilidad, por mucho que se esfuercen, así se va a quedar la cosa, independientemente de que cuenten con una legión de fanáticos, críticas en las revistas chachis (vía el dinerito de Nuclear Blast), bolos de sobra y me imagino que pasta para vivir de la música: cuando a un grupo de treintañeros se les va la inspiración en la treintena, muy rara vez les vuelve por arte de magia en la cincuentena (y si no, que se lo pregunten a Cannibal Corpse, que llevan años haciéndose ricos por dar la turra). Pero parece que Sinister fueran un día paseando por un parque holandés cualquiera, resbalasen con el gélido hielo invernal y se diesen tal hostia en la cabeza que se acordasen de cómo hacer buena música. Syncretism no es solo un gran regreso, es que está a la altura de la mejor obra de Sinister; que un disco de death metal noventero suene fresco y enganche como lo hace este, hoy por hoy, cuando tantas bandas «de siempre» se dedican a repetir las mismas estructuras y ritmos una y otra vez (y ese, amigos, como siempre, como en tantos estilos, es el problema), cuando los niveles de brutalidad, complejidad e innovación en este estilo han llegado tan lejos que es difícil llamar la atención con las sonoridades clásicas, y más cuando continuamente aparecen nuevas propuestas que las revisan, renovándolas y trayéndolas directamente al presente y quitando tronos aquí y allá… en fin, que un disco de death metal noventero suene fresco y enganche como lo hace este, con todo ese percal, es un gran mérito. sonido compacto, consistente pero no inorgánico, y una voz cavernosa e intensa (eso sí que siempre estuvo ahí). hay que destacar el uso de teclados, cuya misión no es resucitar a base de sobreproducción canciones que han nacido muertas, como tantas veces pasa, sino reforzar su atmósfera y pegada, y contemporaneizar de algún modo el sonido de la banda. Sinister ya habían hecho alguna cosa con teclados aquí y allá, pero nunca habían hecho de este instrumento un elemento de presencia constante en todo un álbum, y hay que decirlo: les queda bien. huelga decir que The Post-Apocalyptic Servant no era ni mucho menos un mal trabajo, y que en retrospectiva se puede decir que el gran regreso se veía venir, aunque el soso disco de versiones Dark Memorials no había ayudado a reforzar esta sensación, precisamente. The Post-Apocalyptic Servant es un disco que empieza muy alto y luego va perdiendo fuelle, con demasiados altibajos como para pensar en él como un disco redondo. Es verdad que tengo que decir que, de hecho, lo estoy volviendo a escuchar últimamente y me está gustando más de lo que lo hizo en su momento (ay, la desgana). Recomiendo a todxs el mismo ejercicio de revisión. Sea como sea, en Syncretism se achatan las esquinas. Si ya tienes tu lista con lo mejor del 2017 y no habías escuchado Syncretism, vete pensando lo que vas a quitar.

Dying Fetus son nuestros garrulos favoritos y vuelven con Wrong One to Fuck With (ups, perdón por lo de «garrulos»). Después de marcarse una serie de discos memorables, que, junto a los de otros tantos grupos, marcaron de hecho época, elevando el death metal a nuevos niveles de brutalidad e intensidad y empezando a convertirlo en lo que es hoy (a marcar la diferencia, en fin, entre un death metal old school o clásico o como se quiera llamar y un nuevo tipo de death metal más del siglo XXI, durante unos años en que la etiqueta «brutal» parecía quedarse obsoleta con cada nuevo lanzamiento para el lanzamiento anterior: son los años gloriosos de Deed of Flesh o de Cryptopsy, de la demo de Afterbirth o el Thy Hideous Wake de Disgorged o de las demos de Embrionic Death y Entity, ambos pioneros de la ultracafrería): durante el cambio de década e inicio del milenio el asunto se había puesto rebestia, con asuntos como el Disgorging the Dead de Sintury, el Cerebral Cereal de Pyaemia, el She Lay Gutted de Disgorge, lo de Gorgasm o el Instruments of Torture de Brodequin habiendo descompuesto el panorama, por mencionar unos muy pocos ejemplos de un periodo marcado por una espiral ascendente hacia la brutalidad más alienante y trituradora. nuestros cráneos podían aguantar hasta límites insospechados las continuas hinchazones de nuestros inútiles cerebros. Purification Through Violence, Killing on Adrenaline y Destroy the Opposition fueron (y son) sus álbumes míticos; habiendo comenzado con una clara vocación gore, se fueron internando en el terreno de la politización de las letras, criticando las guerra de Irak y a la administración Bush en conjunto, e introduciendo temáticas de mensaje claramente anticapitalista y consumista, en temas como Pissing in the Mainstream u Praise the Lord (Opium for the Masses) o con líneas del tipo: «Fuck these corporations and their fucking record stores» o «Fuck your Spice Girls and your fucking Pearl Jam», en el tema Fuck your mother, Rape your dog (que, todo sea dicho, nadie adivinaría de qué habla si por el título fuera). ¿Y qué pasó? Pues que Jason Netherton, bajista y cantante a pachas con John Gallagher, letrista y parte importante de la composición, se pira y se lo monta con Misery Index, banda menos ambiciosa en el concepto musical que Dying Fetus (me parece a mí, vaya), con el tema político completamente en primera plana y una discografía sólida como ya la quisieran para sí sus antiguos compañeros de grupo. Entretanto, John Gallagher se dedica a ir diciendo en diferentes entrevistas aquí y allá que en realidad el resto de la banda no estaba de acuerdo con los mensajes que Netherton transmitía con sus letras, que se sienten ciudadanos estadounidenses y que el 11-S estuvo muy mal y a los iraquís que los den por el culo (vale, no es eso lo que dijo literalmente, tampoco lo estoy entrecomillando); y la verdad, me parece que hay que ser un garrulo de campeonato, porque una cosa es que no creas que las letras son lo importante y otra cosa es que te pases años siendo lanzadera para un mensaje del que estás en contra. La verdad es que uno se imagina a Gallagher tocando la guitarra y jugando a la Play 24/7, sin pararse a pensar en todo esto hasta que Netherton se marchó, porque si no, no se explica. Bueno sí, cualquier cosa se explica, porque la premisa básica está más que demostrada: Gallagher es un puto garrulo de cuidado. En fin, el caso es que tratan de no alejarse estéticamente de su estética de ciudadanos politizados y cabreados, pero adaptándola a la clase media-alta yanqui de la que forman (y probablemente siempre formaron) parte, lo cual queda bastante ridículo, como esas bandas con letras satánicas que luego resultan profesar la fe cristiana. Pero el problema, el auténtico problema, porque a mí que en Baltimore, Maryland, haya un puto garrulo llamado John Gallagher me la suda, es que comenzaron a sacar discos bastante poco inspirados.
De nuevo, como pasa con las bandas que ya tienen un nombre, eran suficiente para rentabilizar, hacerse una girita, tener críticas más o menos amables en la prensa guay y vivir de la música. Hay que decir que el rollo rítmico de Dying Fetus disimula mejor un álbum anodino que la brutalidad doom de Incantation, como el pan o el azúcar al hambre, aunque personalmente he tenido cosas mejores de las que ocuparme estos años que de los discos repetitivos e insulsos que han estado sacando los otrora grandiosos Dying Fetus. Y mira tú, aunque siguen siendo unos garrulos, como ya han tenido tiempo de demostrar en las entrevistas de promoción, resulta que por alguna razón también han vuelto a encontrar la inspiración cuando nadie lo esperaba, y se han marcado un Wrong One to Fuck With que los devuelve a sus mejores tiempos. La rítmica vuelve a estar ahí para mover nuestro esqueleto zombi y no para rellenar, los tecnicismos enrevesados al servicio de la contundencia y la brutalidad y no del aburrimiento, las letras… las letras están en inglés y es death metal, que nadie se preocupe. Prueben a escuchar los temas de adelanto, Fixated on Devastation y Die with Integrity y verán de qué les hablo. Luego sumérjanse en el resto del álbum. Valdrá la pena.

También tuvimos un regreso afortunado de Morbid Angel, pero fue hace nada y aún no ha habido tiempo de digerirlo (eso sí, está decidido: regreso bueno).

Otra mención especial para Immolation, que siguen de capa caída por mucho que los fanáticos se empeñen en qué van dando lección tras lección. La verdad, nunca entendí por qué la caída de Incantation resultaba tan patente mientras que todo el mundo seguía babeando con Immolation, que van con tres cuartas de lo mismo, repetición cansina de fórmulas y falta de inspiración, pero encima con una media de calidad que en conjunto queda muy por debajo.

También para los Cannibal Corpse, que ya son todo un grupo viejuno (como concepto) por derecho propio (llenan conciertos y no tienen problema en que sus seguidores les compren el mismo disco una y otra vez).

También volvieron Broken Hope, con Mutilated and Assimilated, el segundo trabajo desde 1999. Parece que se lo toman con calma. Este álbum no les sacará de su condición de banda histórica que parece relegada a un segundo plano y de la que nadie se acuerda en las conversaciones ni destaca ninguna obra en particular. Es un caso tan repetido que debería haber una palabra para esto.


En fin, esto es todo. Ya era hora.

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