martes, 11 de julio de 2017

yo soy la locura

Llevamos prácticamente toda nuestra vida oyendo que todo está ya hecho en literatura, en música, en cine, en todo. Pero es mentira, y la mayoría de las veces en que esto se dice suele tratarse de una excusa para la propia falta de ideas o de un intento de conquista de un horizonte más en la lucha por la imposición (o la conservación de la imposición) de la ideología más boba de la posmodernidad: la del fin de la historia. Todo está hecho, todo se ha acabado. Mentira mentira mentira, mentira mentira mentira mentira.

Combat Astronomy son solo un ejemplo con el que se puede refutar muy cómodamente y sin levantarse del sofá del salón esa idea u ocurrencia, uno del que algunes dirán que se trata de un batiburrillo posmoderno de elementos cogidos de aquí y allá, sí señores, más o menos como lo de Strauss de a mediados del siglo XX o lo de Homero un poco antes.

Al grano: Combat Astronomy, al menos en lo que a Symmetry Through Collapse se refiere, podría describirse, para que el oyente en potencia se haga una idea inicial muy básica, como un posible resultado del encuentro entre Björk y John Zorn; el timbre de Dalila Kayros es, de hecho, prácticamente clavado al de la cantante islandesa, aunque en las mil y una comparaciones técnico-musicales que despliega en su texto de promoción, la discográfica ignora este hecho, se puede imaginar que temerosa de la posible reacción del público metálico al que orienta claramente su producto. Lo mismo podríamos decir de la etiqueta de doom, que a pesar de los trabajos anteriores del grupo cuesta mantener, ya que lo que es en este disco: nadita, si obviamos algún riff grave y machacón que en realidad los acerca más a grupos como Sweep the Leg Johnny, aunque sin las risas, o Unsane. Progresiones que no aburren; kraut; jazz de vanguardia; minimalismo sin simplezas; percusiones de inspiración tribal; hipnotismo drone; toda clase de vientos en escalas imposibles sobre una base de, por lo general, pesadas guitarras; disonancias y atonalidades; trémolos monotono; konnakol; armonías corales aún inusuales en la música popular; electrónica dosificada; arreglos ruidistas, y una paleta cromática de cojones, entre, seguro, otras muchas cosas importantes que olvido, se aúnan en este trabajo para dar vida a una música que puede llevarnos a mil y una referencias, pero que es única, al tiempo que llena de organicidad y, a pesar de lo que se pueda extraer de lo leído, tremendamente entretenida.

Se trata de un trabajo en el que la llave maestra está en la voz, que da sentido y unicidad al variado y complejísimo conjunto del resto de los elementos. Esto no quiere decir que esos elementos no tengan un sentido musical y experimentador sin la presencia de la voz, ni que estén orientados al protagonismo de la misma, sino que el trabajo vocal actúa como una suerte de director de orquesta. Mentada está Björk, pero también podrían venir a colación Diamanda Galas, Barbara Hannigan, Maja Ratkje, Tanya Tagak o Agata Zubel. Etc., supongo.


Conclusión: Sería un tópico escribir «solo para mentes abiertas», así que digamos «solo para peña con buen gusto». En un mundo perfecto no habría enfermedades, los fachas y los explotadores morirían al nacer y todo el mundo tendría como mínimo la mitad de la creatividad que rebosan los participantes de Combat Astronomy.

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