martes, 27 de diciembre de 2016

intensiDAD



Muchos años han pasado desde aquel glorioso By the Blessing of Satan, segundo y para el que suscribe mejor disco de toda la carrera de Behexen. En muchos aspectos no es arriesgado decir que Behexen, cuyo primer trabajo es del año 2000 (Rituale Satanum, aunque su historial de maquetas, etc. la remontan mucho más atrás en el tiempo), fue una de las puntas de lanza de la nueva escuela de black metal agresivo y oscuro que se ha hecho con el protagonismo en los últimos años. Recuerdo que aquel trabajo, sin ofrecer necesariamente algo nuevo (era básicamente una muestra de lo que entonces se denominaba en los catálogos como raw black metal), se recibió como un soplo de aire fresco, en gran parte porque las bandas en las que predominaban los teclados, lo sinfónico y lo emocional habían estado llevándose todo el protagonismo de unos años a esa parte, a pesar del éxito de otras propuestas más abrasivas, como la de Marduk. Siempre hubo grupos que rehuían aquel modelo (Finlandia, de hecho, es una cantera clásica de esa clase de sonoridades, con ejemplos como Beherit, Horna, Archgoat o, tachán, Impaled Nazarene) y, claro, siempre hubo, en consecuencia, un público para ellas, pero era más minoritario que el de la onda sinfónico-melódica o se contaba más entre los amantes del death metal o incluso del grindcore que de lo que es propiamente el black metal, que llevaba años ampliando su público de forma exponencial, pero a costa de definirse en las orquestaciones, melodías, ambientes, emociones, etc. Entonces llegó el By the Blessing y fue como abrir los ojos. Eso era lo que la gente estaba buscando en ese momento: velocidad, brutalidad, devastación, satanismo caótico, producción guarra pero potente y mucha locura infernal.



La otra fórmula ya no daba más de sí, y el black metal más brutal se hacía paso a codazos. Por otra parte, había bandas como Behexen, que llevaban infestando el mundo desde 1994 mientras esperaban pacientemente su momento, dispuestas a darlos con toda la maldad que Satán demandaba. No se trataba del primer álbum de un nuevo grupo que «casualmente» le daba al público justo lo que pedía en aquel momento, es decir, de una jugada comercial, sino de la recompensa a una imperturbable devoción.



By the Blessing of Satan es uno de los discos imprescindibles de la historia del black metal y candidato de honor al mejor trabajo de la primera década del 2000. Quien no sepa o quiera ver esto no sabe ver o lleva toda la vida mal e irremediablemente borracho.



Tuvieron que pasar 4 años hasta su regreso en largo con My Soul for His Glory, álbum en el que Behexen parecieron haber asimilado las lecciones de quienes probablemente se habían inspirado en ellos y de otros que habían mantenido encendida y vigorosa la llama del black metal ortodoxo. Una producción más potente, inclusión de voces mucho más graves y también más variadas y énfasis en la majestuosidad con recurso a las guitarras y no a los teclados, pero, al mismo tiempo, también en los aspectos más negros y tenebrosos que había presentes en su música. No es que hubiese un cambio de estilo ni muchísimo menos, pero ciertos elementos de su música se vieron reforzados y digamos que el sonido actual de Behexen comienza a asentarse de un modo más firme a partir de entonces.



Después vino Nightside Emanations, un trabajo encomiable que, a grandes rasgos, no aportaba novedades. De modo que el descrito en el párrafo anterior es hoy por hoy el sonido de Behexen, de quienes, a toro pasado, se pueden decir muchas cosas, y una de ellas no es que hayan grabado un solo disco malo.



¿Y qué hay en The Poisonous Path? Pues unos himnos al mal, a la misantropía y a la oscuridad bastante guapos. Los dos primeros temas, The Poisonous Path y The Wand of Shadow, recuerdan al sonido sueco del tipo Marduk (particularmente), Throne of Ahaz o los primeros Dark Funeral. En el segundo de los temas meten unas voces limpias como de misa cantada, en esa tradición que va desde De Misteriis dom Satanas (el tema, no el álbum) a la movida de Batushka. En Cave of the Dark Dreams meten algún ritmo crust-rock’n’roll (que se acentúa en A Sword of Promethean Fire e irá reapareciendo aquí y allá a lo largo de todo el trabajo) a lo Hellhammer para empezar, y luego ya se meten de lleno en la lobreguez épica que caracteriza a sus últimos álbumes, quedando desechado cualquier rastro del mentado sonido sueco. Esto no quiere decir que el sonido de los dos primeros temas y el de los subsiguientes no encaje o que no haya coherencia de sonido. De lo que uno tiene la impresión es de que han aprovechado la contundencia de los temas iniciales para irnos metiendo en donde nos quieren tener, una vorágine de oscuridad despiadada y caníbal. Todo está siempre trabajado a la Behexen y The Poisonous Path es un disco compacto y de personalidad marcada. Se puede uno ir a lo obvio, y decir que The Poisonous Path no es By The Blessing of Satan, o bien se puede uno parar a pensar dos segundos y darse cuenta de que el 2016 ya se acaba, y pocas bandas habrán logrado publicar un trabajo como The Poisonous Path.

En realidad, basta una palabra: intensidad.





*nota i: Esta crítica se escribió casi en su integridad en agosto de este mismo año, pero hasta ahora no hubo tiempo de dar los últimos retoques. El deseo de no demorarla más es la causa de que quizá resulte precipitada en su último tramo.



** nota ii: Se quedaron muchas críticas de discos en el tintero; es posible que se usen para alguna entrada el año que viene, pero, por si acaso, queda ahí una lista de cosas que vale la pena destacar este año (no están todas las que son pero son todas las que están; o no): Layil, de Insane Vesper; el mini de Deathspell Omega (los Mayhem ya estaban mordiéndose los puños mientras esperaban a que esta gente sacase algo de una vez, porque si no iban a tener que inventarse algo nuevo); lo de Surgikill, una cerdada la mar de rítmica y pegadiza; el de Inquisition; el de Destroyer 666, que se diseminó aquí, dejando constancia de que era de lo mejor del año independientemente de lo que quedase por venir, y tanto ha sido así que hasta los de la Mondo Sonoro lo han incluido en su lista (y eso da miedo); el Death gives unto life, de los serbios Kozeljnik, que es una puta joya; el mini In the Darkness the Path, de Cloak; el de Urfaust; el Element of Destruction, de Black Priest of Satan, tan lo-fi como sorprendente; el mini de Ritual Death, con cuyo título no quisieron comerse el tarro (Ritual Death); Sepulchral Psalms from the Abyss of Torment, de Kingdom; The Oath of an Iron Ritual, de Desaster, que tiene una pegada que ni Rocky Marciano; Le dernier crépuscule de Chthe'ilist (death metal y temática del Majora's mask, ¿es posible? Es posible, está pasando); el Star Spawn de Blood Incantation (demasiado bueno para ser verdad), o el Door into Emptiness de los bielorrusos Vada: cerdo, ambiental, ecléctico, raro y muy guapo para ir conduciendo por secundarias sin quitar el ojo de la carretera.


Edito (12/01/2016) para incluir: los DOS álbumes que Fistula se marcaron en este 2016 (Longing for Infection y The Shape of Doom to Cumm)))); el de Wormrot, Voices; Ruins de Body Void, que resulta cuasiredondesco si se escucha del tirón, como conjunto, o Lifespam of a Moth, de 16. También es destacable el de Conan, pero la sombra del Monnos sigue siendo alargada. En sonoridades más blacksabbatheras, Moon Coven lanzaron un homónimo bastante potente.

No sé dónde tenía la cabeza para no haberlos mencionado la primera vez que publiqué esta entrada.

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